Un concepto muy repetido en la aviación de nuestros días es el de cultura justa. Hoy explicamos de qué se trata y cuáles son las claves para que se implante de forma efectiva ya que constituye uno de los pilares de la seguridad aérea.
La cultura justa (Just Culture) es parte de la cultura de seguridad de las organizaciones y se define como “aquella en la que no se castigue a los operadores y demás personal de primera línea por sus acciones, omisiones o decisiones cuando sean acordes con su experiencia y capacitación, pero en la cual no se toleren la negligencia grave, las infracciones intencionadas ni los actos destructivos”.
De esta definición podemos extraer dos conclusiones fundamentales:
- Lo que tradicionalmente se conoce como “error humano” es inevitable. Las organizaciones necesitan vigilar, detectar, analizar y corregir cualquier aspecto relacionado con el mismo para evitar que se produzca o que pueda repetirse con consecuencias indeseadas. Como ya hemos señalado, los expertos insisten en que un accidente no se produce por una sola causa y los profesionales de primera línea, son la última de una serie de barreras de seguridad.
- Los profesionales son responsables de sus acciones en base a sus competencias, formación y experiencia y, por tanto, deben tener confianza en la organización para reportar cualquier aspecto de seguridad para que pueda corregirse. Un adecuado sistema de reportes no punitivo (siempre que no exista negligencia) permitirá detectar amenazas latentes en el sistema.
Simplificando, podríamos afirmar que la cultura justa se basa en algo tan simple como aprender de los errores y que supone pasar de buscar al culpable a analizar qué hay detrás del tan recurrente “error humano”. Por eso es fundamental que los sistemas de notificación voluntaria de incidentes no conlleven sanciones y que, como establece la Organización de Aviación Civil Internacional en su Anexo 19, se proteja a las fuentes de esa información sensible, a los profesionales de primera línea.
Para lograr una auténtica cultura justa es necesaria la participación de los profesionales, y que tanto la Autoridad Aeronáutica como los operadores aéreos establezcan los procedimientos y herramientas que permitan su implementación efectiva.
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