Estos días se habla de aviones sin pilotos. Un 54% de 8.000 encuestados en un estudio de la compañía de servicios financieros UBS ha afirmado que no volaría en un avión sin pilotos, a pesar del ahorro de costes que podría suponer. Este estudio se publica días después de que Boeing haya anunciado que a partir de 2018 realizará pruebas de este tipo de aeronaves.
La tecnología ha permitido avances asombrosos en la Historia de la Aviación y ha contribuido a que sea el medio de transporte más seguro. Los avances en este campo han cambiado la profesión de piloto en las últimas décadas. Si antes las funciones del piloto se centraban estrictamente en las habilidades de vuelo, hoy el trabajo en cabina es en gran medida el de gestionar y monitorizar los sistemas automatizados del avión.
Pero la tecnología no es infalible. Probablemente, el ejemplo más conocido para explicar por qué los pilotos deben viajar junto a los pasajeros sea el amerizaje en el Hudson del Comandante Sullenberger, encarnado en la gran pantalla por Tom Hanks en la película Sully.
Es un ejemplo de cómo la toma de decisiones de un profesional con experiencia y formación es necesaria para analizar lo que sucede dentro y fuera de la aeronave, de cómo el comportamiento “automatizado” obvia factores imprevistos que pueden poner en riesgo la seguridad. Y los vuelos se enfrentan permanentemente a situaciones en las que es necesario el criterio y la deontología profesional como garantía para el pasajero, desde impactos con aves como el que sufrió esa tripulación a situaciones de meteorología adversa en pleno vuelo, pasando por algo tan habitual como un pasajero enfermo a bordo. Gestionar esas situaciones con rapidez, precisión y profesionalidad es hoy el trabajo de los pilotos. El de Sully es un caso universalmente conocido pero no es el único ejemplo.
El factor humano hoy es crucial y es un elemento de seguridad. La última barrera de seguridad son los pilotos, que viajan junto a los pasajeros. Dos pilotos, porque todo elemento de seguridad debe ser redundante en la aviación.
Hoy se habla de aviones sin pilotos pero quizás el debate que el sector debe abordar a fondo es el de la excelencia en la formación de los profesionales para afrontar el reto que la tecnología impone. El tándem factor humano-tecnología es una garantía de seguridad.
Que la aviación continúe siendo el medio de transporte más seguro pasa por implementar avances tecnológicos que refuercen esa seguridad pero también por perfeccionar la formación de los profesionales para que ese binomio siga siendo el complemento perfecto en beneficio de la seguridad aérea.