Ya hemos visto como la meteorología influye en la operación aérea. La presencia de tormentas modifica la trayectoria de los vuelos o el hielo puede afectar a partes críticas del avión tanto en vuelo como en tierra, por lo que existen procedimientos de deshielo o antihielo.
El calor también afecta a la operación aérea. Hace unos días asistíamos al retraso y cancelación de vuelos en los aeropuertos de Las Vegas o Phoenix por las elevadas temperaturas que han sufrido durante el mes de junio.
¿Qué sucede en estos casos? Si aumenta la temperatura del aire, disminuye su densidad. En estas circunstancias es más difícil para el avión coger altura, necesita una mayor velocidad y, por tanto, más longitud de la pista.
Pero no es la única consecuencia. Según un estudio de la Universidad de Columbia publicado en la revista “Climatic Change”, se espera que hasta 2080 aumenten de 4 a 8 grados Celsius las temperaturas en los aeropuertos de todo el mundo. Las dificultades para despegar con altas temperaturas, podrían obligar a reducir el peso de las aeronaves entre un 10 y un 30% lo que afectaría tanto al combustible como al transporte de carga o pasajeros.
Los efectos del cambio climático en la aviación son objeto de estudio desde hace tiempo y pueden tener consecuencias en diversos aspectos que van desde la gestión de las operaciones aéreas hasta el diseño y construcción de aeropuertos. No sólo serán necesarias pistas más largas; según recoge el ICAO Environmental report 2016, el aumento del nivel del mar y las tormentas más intensas obligarán a mejorar los sistemas de drenaje de los aeropuertos para evitar inundaciones y los cambios en la dirección del viento impondrán modificaciones en las rutas.
Desvíos o cancelaciones por condiciones meteorológicas adversas serán más frecuentes. Tanto este aspecto como las posibles restricciones pueden tener un impacto económico también para las compañías aéreas. El sector deberá adaptarse a una realidad climática que ya está afectando a su regularidad.
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