Hace dos años tuvimos la fortuna de conocer a André Borschberg, piloto, CEO y cofundador del proyecto Solar Impulse. Fue a su paso por Madrid durante una de las etapas del primer vuelo intercontinental realizado únicamente con el impulso de la energía solar. Tuvimos además la suerte de observar la aeronave en la que se materializó este reto: 63,40 metros de envergadura (la misma que la de un Airbus A340), 21,85 metros de longitud y 1600 kilos impulsados por 11.628 células solares situadas en la superficie de las alas y en el estabilizador horizontal de la aeronave.

Prototipo HB-SIA con el que se realizó el primer vuelo intercontinental impulsado únicamente con energía solar.
Imagen: COPAC
Ahora su reto va mucho más allá. En 2015, junto a otro de los impulsores del proyecto, Bertrand Piccard, serán los primeros en dar la vuelta al mundo en varias etapas a bordo del primer avión solar del mundo. Para ello, han diseñado un prototipo y han realizado vuelos de prueba a través de Estados Unidos. Su fascinante aventura ha logrado recientemente el apoyo de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI).
De nuestra charla con Borschberg nos impresionó la importancia del elemento humano en estos vuelos. Sin cabina presurizada, los pilotos deben afrontar temperaturas muy bajas y utilizar máscara de oxígeno durante gran parte del vuelo. Su entrenamiento en el simulador y su habilidad es crucial para controlar la aeronave frente a las turbulencias, así como su capacidad de anticiparse a cualquier riesgo para evitarlo.
El reto del Solar Impulse recuerda a los aviadores de principios del Siglo XX en el que cada etapa era una auténtica hazaña que contribuía al desarrollo de la aviación y a la historia aeronáutica. Eso sí, en este caso, podremos seguir cada minuto desde la cabina de vuelo gracias a la emisión en streaming de cada uno de sus vuelos. El objetivo del proyecto lo merece: mostrar al mundo que gracias a la tecnología es posible hacer un planeta energéticamente sostenible.
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