Los atentados terroristas contra las Torres Gemelas en Nueva York el 11 de septiembre de 2001, en los que murieron cerca de 3.000 personas, marcaron un antes y un después en materia de seguridad aérea.
Una de las medidas que Estados Unidos adoptó inmediatamente fue la creación en noviembre de ese mismo año de la Transportation Security Administration (TSA) con el objetivo de fortalecer la seguridad del transporte aéreo. La TSA centró su actividad en tres aspectos básicos: la asunción de las funciones relativas a la seguridad de la aviación civil de la Federal Aviation Administration (FAA), el despliegue de oficiales de seguridad en más de 400 aeropuertos comerciales y el incremento de los controles al 100% del equipaje para la búsqueda de sustancias explosivas.
Liderado por Estados Unidos y adoptado a nivel internacional, el fortalecimiento de la seguridad impuesto tras los atentados se extendía a todas las etapas del vuelo, desde la identificación de los pasajeros a los controles aeroportuarios pasando por el vuelo propiamente dicho. En este sentido, se estableció de forma obligatoria el uso de puertas blindadas que impidiesen el acceso a la cabina de los pilotos, así como el uso de monitores y otros dispositivos para alertar de una emergencia.
Por su parte, OACI (International Civil Aviation Organization) desarrolló en febrero de 2002 un plan de acción basado en una serie de auditorías para el seguimiento y promoción de la seguridad de los estados a través del Universal Security and Audit Programme (USAP).
Durante los años posteriores se han ido adoptando una serie de medidas para prevenir posibles amenazas terroristas. Se ha hecho habitual ver a pasajeros quitándose los zapatos en los controles de seguridad tras un intento de atentado con sustancias explosivas escondidas en el calzado en un vuelo entre París y Miami en diciembre de 2001.
Se tomaron también otras medidas, como la prohibición de líquidos, geles y aerosoles en los equipajes, así como la restricción de mecheros y objetos punzantes, que con el paso del tiempo se ha ido relajando.
Todas estas medidas han supuesto para tripulaciones y pasajeros una carga extraordinaria de tiempo y paciencia a la hora de superar los rutinarios controles de seguridad. Pero sin duda uno de los aspectos que más polémica ha causado ha sido el uso de escáneres corporales para el registro exhaustivo de las personas que acceden a la zona de embarque y que en 2013 la TSA anunció que serían sustituidos por sistemas menos invasivos.
El debate sobre la seguridad de los vuelos versus el derecho a la intimidad de las personas está sobre la mesa. Muchas voces cuestionan medidas extremadamente invasivas en nombre de la seguridad. Otras las justifican en base a los atentados que se han conseguido frustrar. En cualquier caso, conviene recordar que el piloto es parte de la cadena de seguridad aérea y por tanto los controles aeroportuarios deberían adecuarse a su rol. No parece fácil encontrar el equilibrio para garantizar tanto la seguridad como los derechos de los pasajeros.
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