La imagen es impactante. Corresponde a los momentos posteriores al despegue de un Boeing 777-300 el pasado 13 de noviembre en el aeropuerto de Schiphol en Amsterdam y se observa claramente cómo un rayo impacta en la aeronave.
Vivir esta situación en pleno vuelo provoca tensión y nerviosismo entre los pasajeros, pero en realidad es un suceso para el que aeronaves y pilotos están preparados. Y es más frecuente de lo que parece. Según este estudio realizado en 2008 se produce uno por cada mil horas de vuelo, lo que supone uno por aeronave al año.
Los aviones se fabrican de forma que puedan recibir impactos de rayos sin que interfieran en sus sistemas de navegación.
Además se diseñan para que reaccionen como «cajas de Faraday«, es decir, las cargas que recibe un elemento conductor sólo afectan a la superficie de éste, sin afectar al interior del cuerpo. O dicho de otra forma, si un rayo impacta sobre un avión, entra por un extremo y sale por el otro, sin afectar a las personas ni a los equipos que están en su interior.
En cuanto a las tripulaciones, están entrenadas para hacer frente a cualquier situación de emergencia que se pueda producir en vuelo. Los entrenamientos periódicos permiten practicar todo tipo de emergencias para gestionar incidencias y garantizar la seguridad de los vuelos.
No obstante, si se produce un impacto de un rayo durante un vuelo es normal que, una vez en tierra, las compañías revisen en detalle el avión para descartar cualquier tipo de riesgo para la seguridad.