Chile atraviesa una situación dramática a causa de los incendios forestales. El propio Gobierno del país lo ha calificado como el peor desastre forestal de su historia y ha solicitado la ayuda internacional para combatir las consecuencias del fuego, que afectan a todo el país.
La Corporación Nacional Forestal (CONAF) actualiza de forma periódica el número de incendios y las hectáreas arrasadas por el fuego con cifras realmente alarmantes. Nuestro país, atendiendo a la petición de ayuda, ha enviado 56 militares de la Unidad Militar de Emergencias y 3 expertos civiles.
Más de 20 mil personas siguen luchando en la emergencia. No hay pausa en este combate #TodosXChile https://t.co/Mj0rCwBrmz pic.twitter.com/rSRsDVrY4E
— Min. Interior Chile (@min_interior) 1 de febrero de 2017
Pero no son los únicos españoles luchando contra los incendios que asolan Chile estos días. Desde hace años, y también en la campaña de 2017, pilotos comerciales de nuestro país se desplazan al país latinoamericano para trabajar en la campaña LCI. Su presencia allí cada año pone sobre la mesa una de las principales características –y amenazas- del trabajo de los profesionales que se dedican a la extinción de incendios: la temporalidad.
Las campañas en nuestro país están vinculadas a la época estival, lo que supone que los profesionales ven limitada su actividad a unos meses al año (variando en función de la comunidad en la que presten sus servicios). Esta temporalidad entraña también un factor de riesgo. No podemos olvidar que las operaciones aéreas de extinción de incendios requieren una elevada especialización y son actividades que se desarrollan en un entorno hostil que necesita una adecuada gestión del estrés. La experiencia y las horas de vuelo de las tripulaciones son siempre un “plus” de seguridad; cuanto mayor sea esa experiencia, mejor será la gestión de las amenazas a las que deben enfrentarse.
Como sabemos, la formación es una barrera de seguridad. Que el trabajo se limite a varios meses al año supone también que su formación y entrenamiento no es continuo. En estas condiciones, es complicado que se puedan mantener profesionales especializados a largo plazo. A pesar de todo, los pilotos españoles son valorados fuera de nuestras fronteras debido a su profesionalidad y experiencia en los incendios que cada verano afectan a nuestro país. Trabajar en las campañas de otros estados, como Chile, les aporta no sólo el necesario sustento económico más allá del verano, sino incrementar su experiencia y habilidades y mejorar su toma de decisiones en el complejo contexto de un incendio, buscando siempre el equilibrio entre seguridad y eficacia.
Lamentablemente esta campaña en Chile, al margen de los efectos del fuego, nos deja ya un balance trágico. El pasado mes de diciembre fallecía un piloto español cuando realizaba tareas de extinción. Nuestro recuerdo hoy para él y para todos los profesionales que en estos momentos trabajan para frenar el avance del fuego en Chile. La labor que realizan, aquí y allá, es imprescindible para la sociedad y para la conservación del medio ambiente.
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