Los atentados que tuvieron lugar el pasado 22 de marzo en Bruselas sacudieron, una vez más, al sector aéreo. El principal aeropuerto de Bélgica, Bruselas-Zaventem, fue uno de los escenarios elegidos por los terroristas. Las dos explosiones en la zona de facturación del aeródromo y la que poco después se produjo en una estación de metro de la capital belga, provocaron 33 víctimas mortales y trescientos heridos.

Minuto de silencio tras los atentados de Bruselas en el aeropuerto de Zaventem. Imagen @BrusselsAirport
Pero también han dejado muchas preguntas abiertas a nivel político y social en torno a las medidas que se deben adoptar para hacer frente a la amenaza terrorista. Algunas de esas medidas están relacionadas con el sector aéreo. De hecho una de las propuestas que desde hace tiempo está sobre la mesa del Consejo de Europa es el registro de pasajeros aéreos y el control sistemático de europeos cuando entran o salen de la zona Schengen.
Por otro lado, aumentar los controles de seguridad en los aeropuertos es otra posible medida, tomando el ejemplo de instalaciones como Ben Gurion, en Tel Aviv (Israel). El equilibrio entre libertad y seguridad es en el fondo el gran debate.
Lamentablemente, no es la primera vez que la aviación se ve afectada por este tipo de actos violentos, ajenos por completo a su actividad. Desde el impactante derribo de las Torres Gemelas de Nueva York en 2001 hasta el derribo en 2014 del vuelo MH17 de Malaysia Airlines cuando sobrevolaba el espacio aéreo entre Ucrania y Rusia.
El aeropuerto de Zaventem tardará mucho tiempo en recuperar su actividad habitual, pero la aviación debe reponerse. Millones de pasajeros seguirán volando cada día, miles de profesionales pondrán su conocimiento y experiencia a su servicio y miles de aviones despegarán y aterrizarán con total seguridad.