El pasado martes por la mañana recibíamos las primeras noticias de un accidente aéreo en los Alpes franceses de la compañía Germanwings con 150 personas a bordo, más de cincuenta de nacionalidad española, en un vuelo entre Barcelona y Dusseldorf.
Un representante del organismo francés encargado de la investigación de accidentes en Francia (BEA- Bureau d’Enquêtes et d’Analyses pour la Sécurité de l’Aviation civil) comunicaba al día siguiente la localización del Cockpit Voice Recorder (CVR), la caja negra con las grabaciones de cabina. Pocas horas después, el diario New York Times citaba a fuentes de la investigación al publicar que el archivo extraído revelaba que uno de los pilotos salió de la cabina y al regresar no pudo abrir la puerta. Era el fiscal de Marsella el que confirmaba que el copiloto del avión permaneció dentro e hizo descender el avión de forma voluntaria. Desde entonces mucho se ha publicado y especulado sobre el copiloto, su estado de salud y su entorno.
La conmoción que ha desencadenado esta noticia en el sector aeronáutico ha sido enorme. A pesar de ello, es importante no alimentar especulaciones, no sacar conclusiones precipitadas y dejar que continúen las labores de la investigación técnica. Es necesaria la máxima prudencia ya que cualquier dato será importante para conocer los factores que han podido contribuir a este trágico desenlace.
La prioridad en este momento debe ser prestar a los familiares de las víctimas la mejor atención posible para enfrentar esta situación. Y, por supuesto, respetar las labores de los investigadores que nos permitirán tomar medidas en el futuro y reforzar la seguridad del transporte aéreo. Si algo nos ha enseñado la historia de la aviación es que tras la tragedia de un accidente sólo queda investigar, analizar y prevenir.