El pasado jueves nos asaltaba la desaparición del vuelo AH5017, un MD83 que la compañía española Swiftair operaba para Air Algerie en la ruta Uagadugú-Argel con 118 personas a bordo, entre ellos los seis miembros de la tripulación, dos pilotos y cuatro tripulantes de cabina, de nacionalidad española . Horas después se confirmaba el accidente sin supervivientes cerca de Gao en Malí.
La conmoción entre toda la comunidad aeronáutica que arrastra cualquier accidente aéreo se convirtió en un inmenso dolor al confirmar la pérdida de seis compañeros. Complicado no hacerse preguntas que todavía no tienen respuesta, no buscar explicaciones a lo sucedido, no barajar hipótesis sobre lo que pudo haber pasado. Complicado dar consuelo a las familias y colaborar para que la vuelta de los tripulantes sea lo más rápida posible y evitar especulaciones. Complicado pero necesario.
Tras un golpe como éste será la investigación la que responda todas esas preguntas. Una labor minuciosa que precisa calma y tiempo, incompatible con el torbellino de preguntas y la inmediatez en la que nos movemos cuando sucede una tragedia de estas características. Pero en una investigación rigurosa e independiente y en las recomendaciones que se emitan estará la clave para mejorar la seguridad de los vuelos. Los últimos acontecimientos en el sector aeronáutico han hecho saltar todas las alarmas. De todo ello debemos aprender mejorando y actualizando los mecanismos de prevención con el conocimiento y la experiencia adecuados para hacerlo.
Probablemente sean muchos los homenajes que se realicen en memoria de todas las víctimas. Sin duda, el mejor que podemos rendirles es el de una investigación que aclare las causas y los factores que contribuyeron a esta catástrofe para prevenir que vuelva a suceder en el futuro.