La conmoción tras el derribo del Boeing 777 de Malaysia Airlines el pasado jueves al Este de Ucrania continúa reinando en el sector aéreo. Al drama que supone la pérdida de 298 vidas a bordo de la aeronave se une la confusión y la falta de directrices claras que los pilotos, máximos responsables del vuelo, poseen para sobrevolar áreas en conflicto.
Mucho se ha escrito sobre las circunstancias que rodearon al vuelo y muchas preguntas continúan sin respuesta. Desde nuestra perspectiva, es necesaria una reflexión sobre la gestión de riesgos que las diferentes autoridades responsables han realizado y realizan del vuelo de zonas en conflicto. Las autoridades ucranianas, responsables de la seguridad del espacio aéreo del país y con autoridad para establecer restricciones, habían prohibido el vuelo en la zona por debajo de 32.000 pies. El MH17 volaba a 33.000. Parece que no fueron capaces de anticiparse al peligro real de las aeronaves que estaban volando por encima de ese nivel.
La Federal Aviation Adminitration (FAA), Autoridad Aeronáutica Estadounidense, establece la prohibición de vuelos sobre seis aéreas en conflicto (este de Ucrania y Crimea, Corea del Norte, Libia, Irak, norte de Etiopía y Somalia) señalando otras como potencialmente hostiles. A ellas hay que añadir la medida tomada ayer mismo de prohibir temporalmente los vuelos desde y hacia el aeropuerto de Tel Aviv por riesgos para la seguridad.
Tanto en el caso del MH17 como en el de Tel Aviv, la Autoridad Europea (EASA) ha emitido recomendaciones a las autoridades nacionales para que se eviten estas zonas en conflicto. En nuestro país, la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA) únicamente remite a estas recomendaciones, sin establecer, por tanto, ningún tipo de prohibición.
La diferencia entre recomendar y prohibir parece clave en un asunto de esta gravedad. El comandante es el responsable de establecer en el plan de vuelo la ruta más adecuada siguiendo los criterios de las compañías aéreas. Para ello, debe contar con la información más rigurosa posible acerca de la seguridad del espacio aéreo. Si existe únicamente una recomendación, queda a discreción de las aerolíneas y su cultura de seguridad el vuelo sobre zonas peligrosas. De hecho, algunas aerolíneas evitaban volar sobre la zona en la que se produjo el derribo mientras que otras se limitaban a la restricción de altitud.
Evitar que se produzcan situaciones como la del MH17 a través de la prevención debe seguir siendo la prioridad en la aviación a nivel internacional revisando la gestión de riesgos por parte de las autoridades nacionales. Muchas voces lo reclaman. Un drama similar no puede volver a producirse. La seguridad de la aviación comercial no debe convertirse jamás en víctima de ningún conflicto armado.