Dentro de cada avión viajan a diario cientos de historias, pasajeros con nombre y apellidos que ponen en manos de los profesionales de la aviación la seguridad de su viaje. Lo que probablemente desconocen es que se encuentran volando en una aeronave que tiene también su propio nombre y apellido. Desde hace décadas, es frecuente encontrarnos con aviones “bautizados” que rinden homenaje a personas ilustres o lugares emblemáticos.
Para conocer el origen de la generalización de esta costumbre hay que remontarse a la II Guerra Mundial. Fue en ese periodo cuando los soviéticos comenzaron a llamar a los aviones de forma codificada para diferenciar los cazas de los aviones comerciales de pasajeros. Algunas de las denominaciones que se utilizaron entonces fueron Magnet, Flora, Free Hand o Black Jack. Sin duda, nombres muy diferentes a los que las aerolíneas utilizan actualmente.
Cada compañía aérea posee diferentes criterios para denominar a sus aviones, algunos de lo más originales. Muchas de estas denominaciones son simbólicas y pretenden reconocer la trayectoria de personalidades en diferentes campos, destacar la belleza de lugares de interés e, incluso, de animales autóctonos. En otros casos, se llevan a cabo campañas comerciales o de marketing que refuerzan el vínculo entre la compañía y sus pasajeros.
Por ejemplo, Iberia ha denominado a lo largo de su historia a sus diferentes flotas como ríos, montañas o personalidades. Esta misma semana ha anunciado que bautizará a una de sus aeronaves con el nombre de Felipe VI. Recientemente, Air Europa ha recurrido a la ironía bautizando a uno de sus aviones con el nombre de un conocido músico que protagonizó un incidente en una de sus aeronaves hace algunos años. Por su parte, Vueling ha realizado campañas en las que solicitaba a sus pasajeros y a sus empleados propuestas de nombres para sus aviones. También ha puesto a sus aeronaves el nombre y apellido de alguno de sus pasajeros.
También se sigue esta tradición fuera de nuestro país. Lufthansa comenzó en 1960 a ejercer como embajador de Alemania otorgando a sus aviones el nombre de ciudades de este país con una especial conexión con la aviación.
No sólo las aerolíneas tienen esa costumbre, también las compañías fabricantes denominan a sus aviones de forma original. En concreto, Boeing otorga a las aeronaves en desarrollo una letra como designación y justo en el momento de lanzamiento les adjudica un número. Así el 757 comenzó llamándose 7N7 o el 767 fue el 7X7. En 2003 la compañía organizó una votación online en más de 160 países para bautizar a su avión 7E7. Podría haberse llamado Global Cruiser, Stratoclimber o eLiner. Sin embargo, hoy todos lo conocemos como 787 Dreamliner.
Porque los aviones que nos transportan por el aíre también se merecen su bautizo 😉
como símbolo de buen augurio para los tripulantes en un viaje aero comercial.
Seria una bonita idea que propusierais nombres, que la gente exponga nombres u despues una votacion publica para bautizar uno de vuestros aviones 🙂