Recientemente recibíamos una llamada de atención de un colectivo profesional autorizado. La Aircraft Engineers International (AEI), una asociación formada por más de 40.000 ingenieros aeronáuticos dedicados al mantenimiento de aeronaves en más de 30 países, solicitaba a la industria aeronáutica un compromiso firme con la seguridad aérea.
La AEI hacía referencia a la investigación de dos accidentes aéreos, el de Spanair (con 154 fallecidos y 18 supervivientes) en 2008 y el de Turkish Airlines en 2009 (que dejó 9 fallecidos y más de 84 heridos). Señalaban factores contribuyentes comunes en ambos accidentes como un inadecuado sistema de mantenimiento, problemas en la formación de la tripulación o falta de eficacia en la supervisión efectiva de las operaciones.
La AEI alertaba de las graves consecuencias que existen si en la elección entre economía y seguridad, la balanza no cae claramente del lado de esta última y reivindicaban la adecuada formación de los profesionales (tanto pilotos como ingenieros) para garantizar vuelos seguros.
Nos parecen muy interesantes y reveladoras las reformas que proponen:
- La implantación de una auténtica cultura de seguridad que en la industria se transmita de arriba hacia abajo.
- Respeto a las decisiones y responsabilidades el piloto y de los ingenieros para que puedan ejercerse adecuadamente, sin represalias.
- Profesionalidad y compromiso con la seguridad de todo ingeniero, piloto, regulador y directivo.
- Supervisión efectiva por parte de los gobiernos.
- Aumento y mejora de la formación a todos los niveles.
Aunque preocupante, su análisis es acertado y también las propuestas planteadas. La seguridad de los vuelos debe ser la máxima prioridad. Detectar errores o fallos latentes del sistema puede ayudarnos a evitar accidentes cuyo coste, y no hablamos del económico, es irrecuperable e intangible.