La profesión de piloto es probablemente una de las de mayor responsabilidad, puesto que tiene un impacto directo en la seguridad de las personas. Además, se trata de una profesión de servicio a la sociedad que juega un papel crucial para la actividad económica, el turismo, el transporte de mercancías, la prestación de servicios de emergencias o la conectividad de territorios y de personas en todo el mundo, entre otros.
La formación ab initio de los pilotos tiene un elevado coste económico debido, en gran parte, a la práctica de vuelo necesaria en el proceso. En nuestro país, a diferencia de otros estudios, la formación de piloto no está acompañada de ninguna beca ni apoyo económico por parte de organismos estatales o públicos, en un claro agravio comparativo respecto a otras disciplinas.
Pero, ¿por qué deberían existir esas ayudas públicas para la formación de pilotos? Aquí tienes algunas razones:
- La profesión de piloto es necesaria para la sociedad.
- Los pilotos ya nos formamos en nuestro país en universidades públicas.
- El primer filtro de selección de un piloto no debe ser los recursos económicos de su familia.
- Otros países europeos ya cuentan con ayudas públicas.
- La existencia de ayudas públicas hará que los beneficiados eleven el nivel formativo, la calidad y la exigencia.
- En definitiva, porque no hay justificación para que jóvenes con talento, vocación y cualidades no puedan acceder a la formación.
En nuestro país, la ayuda económica que reciben los pilotos en su formación proviene de iniciativas como las becas Carlos Salas para jóvenes pilotos que buscan cubre de forma parcial o total los costes del curso de habilitación de tipo.
Desde el COPAC reivindicamos la excelencia en la formación como una barrera de seguridad y los criterios para alcanzarla deben ser el talento, las cualidades y el esfuerzo.
